El maestro Morante y la última floración de jóvenes
El sevillano parte el toreo en dos bandos: los morantistas de siempre y los conversos I Una excelente cosecha San Isidro 2025, con los valencianos Román y Navalón entre los componentes, trae los mejores augurios
Un genio anda suelto y desatado. Ahí radica la novedad, también su grandeza, un artista desatado no se conocía en el toreo. Así que no ... deba extrañar que Morante haya partido la temporada en dos bandos. Los morantistas de siempre y los morantistas conversos. Visto lo visto en redes sociales, cenáculos y barras, no se recuerda tanta unanimidad en torno a un torero, al punto que no parece que haya otras militancias salvo algún pequeño residuo extraparlamentario de anquilosada sensibilidad. Algún usía de plaza entre ellos. Tampoco se recuerda un torrente de pasiones tan unánime. Y mucho menos que se hayan producido al margen del bipartidismo. Y menos todavía con un torero de los considerados de arte. Con Joselito y Belmonte, sí, con Manolete y Arruza, también, pero fruto de un solo mesías en tiempos modernos, desde luego que no. Lo de José Tomás fue otro caso, tuvo mucha fuerza, pero también oposición.
En ese aspecto el toreo se ha separado por esta vez de la realidad patria, tan dividida, tan polarizada, tan de izquierdas o tan de derechas estos días… ¿vale decir además tan adormecida?... pues eso, tan anestesiada ante las groserías que delatan a diario los informativos. La célebre conclusión de Ortega, el filósofo que no el torero, que aseguraba que quien quiera saber lo que ocurre en España que se asome a una plaza de toros, queda en stand by. España es de Morante. Eso de momento, que también se sabe lo dados que somos los españolitos a levantar ídolos y tumbarlos.
Mientras no suceda, reina Morante, que está haciendo la carrera y entiendan como tal su evolución artística, justo al revés de lo que siempre fue el camino natural de la vida. De joven aparecía indolente y vecero (que alguna vez deslumbraba y cinco veces se inhibía) mientras que ahora, de mayor, cuando atisba el ocaso profesional que le debería invitar al relax, se manifiesta poderoso y retador, valiente y hasta constante, muy Joselito y muy Belmonte a la vez rizando el rizo de casar los extremos, con una regularidad febril que asusta y una ambición desconocida que sumado a su deslumbrante concepto artístico ha obrado el milagro de que hasta en las remilgosas televisiones actuales hablen de toros. O mejor dicho, de Morante.
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Afortunadamente la temporada ha traído otras buenas nuevas. Aquello de después de Morante 'naide' como se ha llegado a escribir y después de 'naide' fulanito parafraseando al Guerra cuando se refería a sí mismo, no se cumple en la jugosa realidad actual y en el reciente San Isidro han emergido una serie de nombres interesantes, todavía en agraz, que parecen llamados a refrescar el añoso escalafón actual, en el que habitan muchos generales cuyos guiones comienzan a sonar reiterativos, incluso amortizados, y a los que los años pesan porque al fin y al cabo, no todos son Morante.
En esa cosecha que bien podría llamarse San Isidro 2025, la de las espadas romas, nadie es Morante pero quién sabe si en un futuro, no se dice que el toreo es un misterio... El primero en deslumbrar fue un personalísimo Fortes, un valor que sale de ojo y un estilo diferencial, le han puesto en candelero; también Tomás Rufo, que ya traía bendiciones y referencias de temporadas anteriores, cuajó una obra de mucho fundamento, sin concesiones ni alharacas, muy de verdad, ¿vale decir muy castellana?... pues eso, muy castellana, de plantas asentadas y un toque de austeridad en las líneas curvas de su toreo; novedad novedad fue Víctor Hernández, un tipo que se plantó ante el toro y dijo que de allí no se quitaba y no se quitó, al punto que muchos compañeros de la prensa quisieron ver a José Tomás revivido, lo que además de una loa de dimensiones descomunales (argumentada) es un peso no menos liviano. Compararle con la leyenda de JT no deja de ser una injusticia. Denle tiempo, por favor, no agobien; Borja Jiménez fue otro de la nueva cosecha que llegó con inmejorables referencias y no defraudó con una gran faena en un momento crucial de su carrera en el que ya van a pedirle lo que no le han pedido hasta ahora dentro de lo que es el proceso natural: sorpresa en la llegada, admiración, exigencia y presión… dando pie a la otra lidia que tendrá que superar.
Hubo más. David Galván salió fortalecido con un estilo que mientras no lo fuerza es de gran interés; el galo Clemente cacareó alto; Samuel Navalón, aún sin toros, impactó solo con lo que se pudo vislumbrar que puede hacer; Alejandro Peñaranda es otro que se ganó respeto y crédito; en ese recuadro estuvieron los Román, el valenciano que no suelta el bocado y el mejicano que más que santo es un diablo dispuesto a inmolarse o eso parece a la caza de un sueño; y no quisiera olvidarme de Juan de Castilla, otro tipo aguerrido de los que buscan el triunfo a brazo partido que no solo del arte se alimenta la afición, y habrán más, claro: hay que confiar en los tapados y en aquellos a los que no les visitó la santa inspiración y no tuvieron una buena feria pero que podrían tenerla en la próxima cita. El conjunto es una buena floración de nuevos valores, solo falta que con la llegada de responsabilidades continuas no se caigan demasiados que caerán, en el mundo de los cítricos valenciano a eso le llaman la 'espolsá', duele, pero hasta es necesaria por selectiva.
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